Se puede aprender mucho de la primera pandemia del siglo XXI. Lecciones sobre cómo ha reaccionado el Perú y el mundo se irán haciendo cada vez más evidentes. También se pueden establecer paralelos entre cómo venimos actuando ante el coronavirus y cómo actuamos frente al cambio climático

A continuación, comparto siete puntos que, a mi juicio, son claves que deberíamos asimilar con algunas fuentes periodísticas y científicas para seguir pensando sobre el tema: 


1. No solamente los seres humanos tienen la capacidad de cambiar el rumbo de la historia de nuestras sociedades. Otros agentes “no-humanos”, como virus o gases, pueden forzar cambios en el sentido del desarrollo. En términos políticos, es importante tomar en cuenta en nuestras estrategias que los elementos disruptivos y constructivos de la historia vienen también por la influencia de agentes no humanos.

[Vibrant Matter: A Political Ecology of Things : https://www.amazon.com/Vibrant-Matter-Political-Ecology-Franklin/dp/0822346338]


2. Nuestras sociedades están intrínsecamente -y biofísicamente- conectadas a nivel planetario. Por un lado, "los patógenos no respetan los límites de las especies", como dice el ecologista de enfermedades Thomas Gillespie, profesor asociado en el Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Emory. El COVID19 no es el primer coronavirus en pasar de especie a especie llegando al ser humano. Casos en Yunan ya lo demostraban. Y demuestran que si no se actúa, no será el último. Por otro lado, en nuestros tiempos las personas y las cosas viajan de manera intensa cruzando fronteras y permitiendo su difusión. Hasta ahora epidemias más agresivas como el ébola fueron constreñidas a espacios específicos. ¿Seremos capaces de hacer lo mismo?

[https://www.nytimes.com/2020/01/28/opinion/coronavirus-china.html?smtyp=cur&smid=tw-nytopinion]


3. Las pandemias son posibles por las mismas razones que originan la crisis climática: un desarrollo que es demasiado demandante para los ecosistemas. Que rompe su resiliencia con consecuencias directas en nuestro bienestar. Al arrasar con bosques, matar animales y enjaular a algunos enviándolos a mercados, rompemos ecosistemas y liberamos los virus de sus anfitriones naturales. Cuando eso sucede, estos necesitan un nuevo anfitrión y este puede ser un humano. Recordemos: los riesgos de clima y salud globales se construyen por nuestra intervención. Muchos indicios nos llevan a creer en esto de manera firme: desde el estudio de la toxicidad en diversos casos hasta el análisis del ébola. Cerrar mercados de “animales silvestres” y proteger la resiliencia de los ecosistemas son pasos claves.

[https://www.scientificamerican.com/article/destroyed-habitat-creates-the-perfect-conditions-for-coronavirus-to-emerge/?fbclid=IwAR00DorACYl9PapuAf4Z7CvZ3YGvlqw9XLOoRK66T6rrib7iuepx2-tRRrw]


4. El coronavirus nos ha obligado a parar actividades industriales altamente poluentes. Esto es favorable en términos generales. Claramente mejora la calidad del aire y del agua y disminuye la contaminación sonora, como lo observamos en Lima. Investigadores en Nueva York dijeron a la BBC que sus primeros resultados mostraron que el monóxido de carbono, principalmente de los automóviles, se había reducido en casi un 50% en comparación con el año pasado. Ya en febrero se calculaba que China había reducido su consumo energético en un 25%. Y al disminuir el consumo de energías fósiles, reducimos nuestras emisiones de gases a efecto invernadero en general. Será un buen año para los objetivos del Acuerdo de París.

[https://www.bbc.com/news/science-environment-51944780]


5. Estos cambios radicales que venimos haciendo en nuestro comportamiento y consumo durante las últimos días nos permiten, como en un gran experimento, mirar más allá: ¿qué servicios son realmente necesarios para vivir y vivir bien? ¿A qué cosas no podemos renunciar y de cuáles nos hemos podido despegar? Algunas industrias como la moda, el turismo de masas y la aviación comercial merecen cambiar de importancia social y repensar su estrategia.    

[https://www.cgdev.org/blog/economic-impact-covid-19-low-and-middle-income-countries]


6. La desigualdad se hace -como siempre en las crisis- sentir con fuerza. Hay personas que pierden su estabilidad económica más rápido que otras. La desigualdad espacial se hace más evidente. Pero también hay personas que toman más riesgos que otras al continuar expuestas por negligencias o por la naturaleza de su trabajo y servicio. Cómo actúa cada sociedad y cada Estado frente a ello dice muchísimo de nosotros. América Latina está en el ojo de la tormenta. Los ahorros del Perú le permiten reaccionar, pero ¿hasta cuándo por transferencias directas? Con la (primera) extensión de la cuarentena en el Perú declarada hoy ¿empezaremos a pensar en cómo hacer de esto algo más sostenible en el tiempo?

[https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51916767]


7. Y quizás lo más importante va al final: habría que escuchar a la ciencias más seguido. Podríamos evitar sufrimientos enormes. Podríamos conocer a qué riesgos nos enfrentamos (in)necesariamente y actuar en consecuencia. Nada de lo que ocurre es novedad. Premiar tomar riesgos, como se hace en un sistema capitalista, es perverso cuando se ignora la información y se merman los principios de sus sistemas de desarrollo y circulación, como ocurrió con la gestión Trump en el sistema público de investigación en Estados Unidos. Y la información (aun) está allí, junto a quienes pueden darle sentido: los científicos de diversas disciplinas.

[https://www.nationalgeographic.com/news/2017/03/how-trump-is-changing-science-environment/]


No debemos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema. Volvamos a reformar lo esencial y dejar de lado algunas prácticas y costumbres que se han revelado innecesarias y nocivas. Ahora que podemos ajustar cosas importantes, como nuestra economía de la salud y el cuidado así como nuestro consumo, guiémonos por otras perspectivas. Dos imprescindibles: los científicos y los profesionales del cuidado. Esta vez sus dos perspectivas coinciden en indicar que vivimos en un solo planeta y los que sufrimos al ponerlo en peligro somos todos. Habiendo sido testigos de la interrupción que el COVID-19 ha causado, intentemos preparar nuestro mundo para el futuro. No olvidemos que la crisis climática puede jugarnos pasadas muchísimo peores.


(Ilustración: Wired)


Una versión anterior de este artículo fue  publicado en el boletín del Instituto de Democracia y Derechos Humanos IDEHPUCP