A lo largo de sus 6.7 millones de km2, el bioma amazónico es virtualmente inigualable: la Amazonía abarca el bosque tropical más grande del mundo. La pandemia del COVID-19 ha afectado fuertemente los pueblos originarios en los nueve países amazónicos debido a condiciones históricas subyacentes. No hay cifras oficiales fiables y comparables para toda la región (debido a la ausencia de pruebas y un buen registro de defunciones), por lo que hay problemas para contabilizar el número real de contagiados y víctimas mortales.
Foco en la Amazonía peruana
Loreto concentra el 42% de los casos confirmados en la Amazonía peruana, seguido por Ucayali con 25%. Abundan los ejemplos de situaciones ocurridas por falta de coordinación territorial en la respuesta a la pandemia. El 23 de junio la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresó su profunda preocupación ante la aplicación de ivermectina de uso veterinario a 5 mil personas en la provincia de Loreto en una campaña dirigida por su alcalde. En el Datem del Marañón, se presentaron una serie de contagios entre comunidades indígenas debido a los desplazamientos para el cobro del bono fuera de ellas. En la región de Imaza, Amazonas, se reportó una ola importante de contagios por un mal manejo de retornantes del pueblo awajún. En Ucayali, se registra un alto número de contagios entre el pueblo shipibo.
Frente al alto número de casos confirmados entre los pueblos indígenas, las soluciones que se despliegan desde las organizaciones son muy significativas. Los jóvenes y mujeres shipibo han creado el “Comando Matico COVID-19”. Las mujeres han recuperado conocimientos tradicionales sobre plantas medicinales que tienen valor terapéutico frente al COVID-19, basando el tratamiento en la hoja del árbol matico. Este grupo ha instalado un Centro de Salud alternativo en Yarinacocha.
Las razones para hacer sus propios tratamientos están en el limitado acceso y la baja calidad de los sistemas de salud que atienden a las comunidades indígenas. Yanua Guillermina, del distrito de Imaza, Amazonas, resalta las deficiencias del sistema de salud: “La mayoría de las comunidades (del distrito de Imaza) están infectadas (...). No hay atención. Los puestos de salud están cerrados. La mayoría de ellos se automedican con sus antiguas medicinas".
La Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap) denunció al gobierno peruano por poner en riesgo a los pueblos indígenas durante la pandemia de COVID-19: "Exigimos que los pueblos indígenas y las mujeres sean considerados sujetos de derechos, que no nos tomen como personas de segunda o tercera categoría", señala Melania Canales Poma, presidenta de la Onamiap.
Esta dramática posición en la que se encuentran los pueblos indígenas peruanos se repite en toda la región con matices.
Visión de la Panamazonía : Brasil, Colombia, Perú
Es necesario ver la Amazonía como un continuo conectado más allá de sus fronteras nacionales. En Brasil el escenario del COVID-19 es muy complejo. La dificultad política coyuntural tiene graves consecuencias para la salud de los pueblos indígenas. El estado de Amazonas mantiene una de las tasas de infección más altas de Brasil. Y también uno de los sistemas de salud con menos fondos, una combinación que ha llevado el caos al corazón de la selva.
Además, en mayo del 2020, el gobierno transfirió la supervisión de las reservas naturales del Ministerio del Medio Ambiente al Ministerio de Agricultura, un camino para el desarrollo comercial en áreas protegidas. La presencia de aproximadamente 20,000 mineros de oro en la tierra indígena Yanomami durante la pandemia y la frágil atención médica en el territorio amenazan con causar un contagio masivo entre los indígenas que viven cerca de minas ilegales.
La situación colombiana también representa una situación difícil debido al difícil control de fronteras. Entre el 60 y el 70 % de los 79 020 habitantes del departamento de Amazonas en Colombia pertenecen a algún pueblo indígena. Lo que ocurre en Leticia, capital del departamento de Amazonas (Colombia) preocupa a los pueblos indígenas. La ciudad y el departamento tienen poco personal e insumos médicos y no contaba con camas UCI instaladas.
¿Reactivar? Pensar desde la salud global, la resiliencia y la Amazonía
Dado que tanto el choque externo como el interno se han intensificado, la región evidenciará una caída del producto interno bruto (PIB) de -9,1% en 2020 (CEPAL, 2020). La CEPAL proyecta que el número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45,4 millones en 2020, con lo que el total de personas en esa condición pasaría de 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población latinoamericana.
En este marco, los estados impulsan una serie de medidas técnicas para dinamizar el mercado y reactivar la economía. El primer cuestionamiento que surge es si estas medidas económicas promoverán prácticas sostenibles, que respeten el bienestar y los medios de vida de la población, como la salud y el medio ambiente. ¿Cuáles son los retos de la salud en este contexto de reactivación económica? ¿Peligra la salud de las comunidades indígenas?
Un buen enfoque para abordar esta nueva época es la salud global. Esta es un área de estudio, investigación y práctica que busca mejorar la salud y lograr su acceso equitativo a todas las personas en el mundo. Salud definida como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedad o enfermedad”, según la OMS.
La salud global tiene un vínculo crítico con los factores ambientales. Los factores ambientales como la contaminación, el cambio climático y el uso excesivo de recursos tienen serias implicaciones para la salud humana. La contaminación puede provocar cáncer, asma, alergias; el cambio climático sequías y hambrunas; el uso excesivo de recursos tiene efectos en la privación y la mala nutrición.
Asimismo, la deforestación a gran escala ha promovido el incremento de patógenos de origen animal, que hoy son una amenaza mundial creciente para la salud humana y animal, así como para la seguridad alimentaria. En este marco, abordar la salud necesita una estrategia global multifacética y bien coordinada.
Y ¿qué es la resiliencia? Se define como la capacidad de los sistemas naturales para recuperarse de las perturbaciones y tolerar o adaptarse a los cambios. La capacidad de enfrentar factores de cambio global, como el cambio climático, el cambio en el uso del suelo y la contaminación de nutrientes. Un sistema resiliente puede mantenerse y estabilizarse frente a cambios radicales como los que vivimos.
Perspectivas sobre el futuro: una reactivación verde
Para conseguir una reactivación verde es necesario hacerse preguntas que van más allá del crecimiento económico: ¿Qué sabemos sobre la exposición desigual de nuestras diferentes comunidades? (etnia, clase, género) ¿En qué medida las políticas y acciones ambientales actuales consideran las desigualdades sociales? ¿Cómo ha afectado la crisis de la COVID-19 a los riesgos ambientales? ¿Con qué tipo de infraestructura natural y construida contamos?
La COVID-19 ha visibilizado la importancia de la salud global. La falta de coordinación frente a la emergencia sanitaria nos debería hacer ganar conciencia sobre lo clave que resulta apoyar políticas sociales y ambientales de prevención y mitigación frente a riesgos globales. En nuestros tiempos el control de la pérdida de hábitat y la adaptación al cambio climático son medidas prioritarias para reducir riesgos.
La Panamazonía ha perdido resiliencia, pero se entrevé cuáles son los caminos para fortalecerla: mejor distribución de los recursos, optimización de la infraestructura construida y natural, y fortalecer los lazos sociales de solidaridad que cruzan estas sociedades.