Este lunes empieza una de las conferencias de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de mayor importancia en la historia. Al cumplirse seis años de llegar al Acuerdo de París (2015), en la COP26 ya es posible evaluar la real ambición de los países del mundo en torno de la acción climática. Esto, frente al objetivo de no superar los dos grados centígrados de calentamiento global. El refinamiento del conocimiento sobre cómo funciona el cambio climático y cómo se relaciona con los demás sistemas ecológicos terrestres es sin precedentes. La modelización climática y la estructuración de la evidencia es mucho más confiable. Ya se sabe más de la inmensidad del costo que implica no actuar.
Sabemos que la tendencia global aún es hacia el aumento de emisiones. La inversión en energías fósiles continúa de parte del G20. Pero al fin China y Estados Unidos llegan a la COP26 con planes más ambiciosos de transición energética que van a impactar al mundo en el futuro cercano. Se liberan significativos fondos públicos y privados para cambios en infraestructura y energía en ambos países, que juntos cubren alrededor de la mitad de las emisiones globales. Hay una crítica abierta a los dirigentes de empresas de energía fósil en el Congreso Estadounidense por verse involucrados en desinformar a la opinión pública sobre su impacto. La Unión Europea, a partir de su Pacto Verde, ya tiene una institucionalidad regulatoria avanzada que tendrá efectos económicos muy importantes dentro y fuera de la Unión. Se espera tener anuncios importantes en dirección de la protección de los bosques tropicales del planeta en la COP26 de parte de Estados Unidos y otros aliados.
Frente a esto, América Latina cree y colabora con el proceso multilateral, pero no termina de asumir sus tareas a nivel de sus economías. Las Contribuciones Nacionalmente Determinadas de la región (que es la manera de expresar la acción climática a nivel multilateral de forma transparente) son aún de mediana ambición. Es claro que todavía no se planifican cambios transformadores en nuestras economías, lo cual genera un muy probable escenario en el que perderíamos oportunidades extremadamente importantes.
Si bien la COP es un proceso político, la acción climática es un proceso fundamentalmente económico y hay señales de que la economía global comenzó a cambiar. A excepción de Chile y Costa Rica, América Latina no da señales claras de su decisión por liderar ese cambio. Esta es una tarea urgente en este momento.
Todavía es tiempo de expresar una visión climática clara y las tareas concretas por las que apuesta América Latina y el Perú en particular. Por sus características socioecológicas, la región y el Perú tienen un enorme potencial. Su diversidad biológica y su matriz energética la colocan en una posición privilegiada.
La región llega con posiciones fragmentadas y eso le impide tener liderazgo a nivel de la COP26. Pero la voluntad política, a partir del diálogo y la coordinación, puede generar los impactos económicos necesarios para cambiar esto y ganar una mejor posición a nivel global. Si esto fuera así, pronto podríamos contarnos otra historia que asegure el bienestar de las generaciones futuras.